lunes, 18 de marzo de 2013

El poeta pregunta a su amor por la ciudad encantada.


Pero yo le pregunto al mío.
Gota a gota  me derramaba yo  entre las piedras cuando hacía muchos años notaba el hervor en la sangre  nada más rozar nuestras manos de amigos.
Cuando estaba y estuve segura de que esos sueños se me cumplirían porque no podía ser de otra manera.
No tenía que acordarse el amor. Tenía que acordarme yo y lo hice.
Y volvieron a quedarse las lágrimas entre la herrumbre de las piedras y los hongos de mi corazón.
No me ha supuesto la dalia de las penas y alegrías nada más que olores.
De todas formas, era lo que quería.
Lo que siempre quise y lo que siempre deseé. y si me he puesto a escribir esto continua en mi corazón la corona de amor en la(s)  piedra(s) remota(s).Aunque no sea la misma ciudad a la que nos referimos el maestro y yo, es el mismo el amor interrogado.