viernes, 5 de marzo de 2010

Placer Habitual.

No podemos buscarte en la racionalidad porque tu amor,como cualquier otro verdadero, era irracional. Cuando un enamorado escribe una carta de amor, no lo hace de manera racional. Te gustaba todo lo que hiciste por él, hasta saltarte "las normas del decoro". En pleno siglo XXI no nos podemos preguntar por qué se fue: quizá prefirió a sus muchas amantes francesas ,pero no te eches la culpa de no haber podido salir de "ese aburrido convento" . Pedías a gritos que alguien rompiera esos muros para partir sin pudor a buscarlo y a seguirlo por todo el mundo. ¡ Con qué libertad! ...¿Cómo se adquiere ese valor? ¿Hace falta estar encerrada en un convento para sentir eso? Por eso no estabas loca, en contra de la opinión de algunos, estabas enamorada. ¿Y al fin y al cabo... qué es el amor sino locura? Cuando esa pasión se hizo realidad:"Me preocupaba el peligro a que el señor se exponía al entrar en este convento..." Pero el peligro forma parte de la vida. Y la pasión sería más intensa.

... Tú no elegiste nacer en una familia tan importante e influyente...sólo te enamoraste.

Pues que sepas , que nosotros no pensamos hacer treinta años de penitencias tan rigurosas como las tuyas.Sólo intentaremos ser felices amando ardientemente ya que "somos más felices que siendo amados".
El amor exige coraje y mucho valor y tus palabras hacia la grata desesperación que te causaba Noël y que no cambiabas por "la tranquilidad que sentías antes de conocerlo".
Tú no olvidaste a tu amor porque era algo que "un corazón sensible no podía olvidar", como todos los corazones sensibles a todos los amores.
Y al final ,después de todo, lo único que nos queda es pensar que la "reputación que hemos perdido ,es la mayor de todas las desgracias". Los corazones sensibles somos así y deseamos "no haberlos visto jamás"

El caballero no te merecía: era guapo, sí, pero burdo y cruel y solamente le interesaban los placeres más primarios. Pero fue objeto de tu amor infinito y hay que agradecerle a su simpleza que diera a conocer tus cartas, si no, no hubiéramos tenido en nuestras manos y en nuestro corazón, esas joyas. Gracias, Mariana, que aunque engañada y burlada supiste entender que el amor tiene espinas que causan mucho daño.